Antes de poder sentarme en mi lugar para empezar bien el día trabajando,
recuerdo que debo de asistir a la presentación de un producto. No soy de los
primeros en llegar, pero llego justo a tiempo. No falta la plática con los
colegas mientras llegan los proveedores, disparando un par de bromas durante la
charla para suavizar el ambiente.
No es raro que los proveedores lleguen tarde a las juntas, casi siempre
ponen como pretexto el “tráfico de la ciudad”, como si fueran extranjeros y por
eso no saben del caos citadino y claro, por lo tanto calculan mal sus tiempos.
Así es que la espera es de 10, 15 minutos.
Por fin llegan los proveedores. ¿Dónde puedo conectar mi laptop al cañón?”,
empiezan diciendo mientras uno les señala el cable del proyector. “¡Ah sí!
Buenos días, perdón, cómo están? Qué gusto”, continúan diciendo y uno
amablemente les devuelve el saludo.
Y claro, no podían faltar las disculpas por la tardanza: “Es el tráfico, ya
saben.” Y uno asienta con la cabeza como diciendo “Sí, lo sé, entiendo”. Pues
ya qué.
Mientras prende la laptop del proveedor, aparecen entremezclados momentos
incómodos de silencio, donde todos nos vemos unos a los otros. Alguien rompe el
disgusto y habla del partido de ayer. Por fin enciende la laptop y disparan
PowerPoint.
“Les vamos a mostrar un producto innovador, algo realmente nuevo que no han
visto jamás”. Empiezan las diapositivas de la presentación y ¡oh sorpresa! Inician
hablando de la relevancia de la empresa con el típico “¿Quiénes somos?”. Diez o
quince minutos aprendiendo del fabricante del producto.
Bla, bla, bla. Me
aburre. Muchos premios, muchos clientes ultra importantes como agencias de tres
letras. Una sinfonía de maravillas. “¿Bueno, y qué hace el producto
innovador?”, piensa uno. Sigue siendo un misterio.
Pasan a la diapositiva 21…creo que por fin hablarán del producto. Uy no.
Ahora toca el turno de “la importancia de la seguridad informática para las
empresas”.
Y no puede faltar la explicación de lo que es confidencialidad,
integridad y disponibilidad. Como si no lo hubiera visto mil veces. Pues esta
es la 1001. Seguido de por qué una empresa debe de atender los asuntos de
ciberseguridad, y chorro-mil estadísticas de ataques informáticos alrededor del
mundo y cientos de consecuencias negativas. Me aburre más, necesito café.
Ya han pasado casi 30 minutos. Todavía no sé qué hace ese producto
maravilla. Veo caras de mis colegas de tipo “No pienso darles más de la hora
asignada”; ¿Mmhh, o de hecho soy yo el único quien tiene esa cara? En fin. Y de
pronto: habemus producto.
¡Empiezan a hablar de lo único interesante! Inician
con la arquitectura del producto dentro de la infraestructura de TI. Para
variar, la solución necesita un agente, un software instalado en cada una de
las PC. Típico.
Otro agente más que debe ser instalado y mantenido en cada una
de las computadoras; y pregunto de inmediato: “Y no pasa que luego de un par de
meses, los agentes empiezan a desconectarse y esto es una pesadilla porque la
consola central no los ve y no los puede administrar?” La respuesta llega en
automático: “Claro que no, eso no le pasa a este producto, vaya pregunta”.
“Ajá, claro”, pienso yo. Y sigue la charla de cómo un agente establece
comunicación con la consola central y cómo puedes hacer reportes con todo tipo
de gráficas.
“Un momento”, interrumpe un colega. “Faltan 10 minutos para que acabe la
sesión y todavía no sabemos qué hace el producto”. Yo río internamente, tiene
mucha razón. Están por terminar y nadie todavía sabe qué hace ni cómo nos puede
ayudar: han tenido la habilidad para hablar mucho y no decir nada.
Así es que
por fin dejan de ver la pantalla con el PowerPoint, toman asiento, nos ven a la
cara y hablan del producto.
“Detecta virus como ningún otro producto lo ha hecho”. Y uno piensa “Wow,
tanto espectáculo para hablar de un vil antivirus?” Empiezan a hablar
maravillas y de cómo apoya la misión y visión de toda empresa. De cómo los
jefes nos felicitarán por la buena compra. Y que no hemos visto nada igual.
Pero que no nos confundamos, porque este no es cualquier antivirus, y que de
hecho es un grave error llamarlo antivirus porque es un “advanced APT detector” o ADD.
Claro, no podía faltar el término obscuro en
inglés para tratar de impresionar. Aquí puse el ejemplo de un supuesto
antivirus, pero realmente pueden sustituirlo por cualquier otra herramienta de
seguridad informática: firewall, IDS, etc.
Acaba el tiempo. “¿Conclusiones?”,
pide uno como cliente ya para dar por terminada la junta. Vomitan más adjetivos
deslumbrantes del producto. Y yo pregunto: ¿Podemos hacer una demo, aquí en
producción?” Al menos la respuesta es afirmativa.
Y resulta que después de varias semanas de armar un laboratorio donde
probarán sus juguetes, sale el cobre: a final de cuentas no era un producto
innovador. Ni avanzado en nada.
De hecho su consola está verde. Y el software
presenta varias fallas. “Eso lo podemos arreglar de inmediato”, contestan, y
uno piensa “¿Pues que no debería de servir ya a la primera si tan bueno es”?
En las presentaciones en PowerPoint todo es hermoso y funciona a la
perfección. Las gráficas deslumbran y las animaciones cautivan.
La dama de
ventas que asiste a la junta convence con su pura presencia. Hasta dan ganas de
firmar y comprar ahí mismo; no hay lugar para esperar.
Pero como todo producto,
hay que probarlo. Y no en un ambiente controlado, sino en “la vida real” donde
lo enfrentaremos a los retos cotidianos y a la convivencia con otros productos
de TI y claro, a los usuarios.
Ese es mi consejo: que un producto visto en
PowerPoint pase la prueba del añejo instalándolo en computadoras e
infraestructura de la propia empresa y que demuestre de qué está hecho.
Y por
cierto, ya no recuerdo el último producto innovador y maravilloso que realmente
fue así en la vida real, creo que fue de hecho hace ya varios años…